jueves, 29 de enero de 2009

Las impresiones de José Juan Aparicio sobre la Exposición - Performance


Y bueno, llegó el martes, y el miércoles, y el jueves... y por fin el viernes, el tan esperado día por todos: el día de la performance, que tras semanas de preparación y algunos días de decisiones y ensayo (sobre todo el grupo que la llevaba a cabo), por fin íbamos a realizar.

A pesar de que el día anterior realizamos un "ensayo", disponiéndonos todos en nuestros puestos y demás, ninguno de nosotros sabía como nos iba a salir cuando tuviésemos que "enfrentarnos" a alumnos y compañeros nuestros, algunos mayores y la mayoría menores, ni como íbamos a reaccionar ante esa situación, ya con todo empezado y decidido. ¿Miedo? Ninguno. ¿Nervios? Por mi parte muchos, y creo que por la de los demás también.

Como digo, llegó el viernes por la mañana. Miguel nos había recomendado llegar ese día algo más temprano, para así poder ir preparándonos con tranquilidad y que no se nos echase el toro encima, ya que muchos debíamos de vestirnos, maquillarnos... e incluso peinarnos con tal cantidad de gomina que dudo que pueda superar algún día, ¡menuda masacre!

Y allí estábamos todos, algunos ya vestidos y preparados ya que se encargarían de explicar murales, carteles y fotos; otros tantos poniéndose sus trajes de prisioneros en el campo de concentración y maquillándose, y aquí un servidor colocándose su traje de chaqueta, peinándose como creo que jamás volverá a peinarse y luciendo bigotillo que ni el mismísimo Hitler lo llevaría tan bien recortado (gracias a Inma). Y casi sin darnos cuenta de nada, y ni siquiera casi sin preparar del todo, llegó el momento cumbre: el primer curso estaba preparado en la puerta para entrar y ver que es eso que llevábamos tanto tiempo preparando.

Miguel nos avisó para que nos colocáramos todos en nuestros puestos, y así hicimos, o intentamos hacer: los judíos durmiendo, tapados por 2 o 3 mantas, dentro del campo de concentración; Hitler paseándose por el salón, con mirada altiva y seria, paso firme y pecho fuera; los dos guardas nazis de la puerta vigilando y controlando quien iba a entrar y quién no; los médicos acompañando a Hitler y preparándose para cuando fuese preciso actuar; y el resto de judías, en sus puestos en los carteles, cuadros y vídeos, listas para explicar el contenido de cada uno de ellos.

Y allí que fuimos: los guardas de la puerta (Rosa y Silverio) dejaron entrar al primer grupo de 3 personas a la exposición, que guiándonos según sus caras, y las del resto de visitantes del día, se quedaron algo más que sorprendidos cuando vieron aquello: Hitler paseándose como un loco por un salón, lleno de carteles, fotos y vídeos sobre la II Guerra Mundial, al lado de los cuáles se encontraban jóvenes con la marca de judíos, mientras que en el escenario del salón estaban durmiendo unos 15 pobres que no tenían pinta de andar muy bien. A pesar de aquel panorama y tras la impresión inicial, parecía que a medida que avanzaban, les gustaba más y más.

Poco a poco, el salón fue llenándose de gente muy impresionada por lo que encontraba, escuchando con atención (otros no tanta) lo que les relataban las judías que estaban en cada cartel, mural, cuadro o vídeo, viendo como esos pobres muchachos del escenario seguían durmiendo y como al lado de ellos, se iba paseando un señor con bigote y cara de muy mala leche, sin prestar atención a nada, y que de vez en cuando los "asustaba" soltando alguna frase en voz alta: normal que lo mirasen con cara de "¿pero de dónde te has escapado?". A algunos quizás no les hubiese gustado ir, ya que a todo aquel que tenía pinta de judío, era capturado por los guardas y médicos, llevado al lado de los otros judíos y a veces intimidado por el mismísimo Hitler: lo siento, sé que se pasa mal.

Una vez que los visitantes fueron llegando al final de la exposición, creían que ahí había acabado todo; pero no, faltaba aún lo mejor. Aquellos judíos que estaba dormidos, eran llamados por los médicos para que se levantasen, y poco a poco se iban despertando y desperezándose de su sueño, del que quizás era mejor que no hubiesen despertado. Los visitantes seguían mirando atónitos, viendo que hacían estos prisioneros, y eso que aún no había llegado lo peor. Una vez despiertos, los médicos (Alberto y Laura) se encargaban de llevarles dos ollas con comida, una para los hombres y otra para las mujeres, y las dejaban allí... para que acto seguido, todos los hambrientos judíos se lanzasen a ellas para comer con las manos todo lo que pudiesen, peleándose por la comida, ya que sabían que posiblemente esa fuese la última. Finalmente, y no sin mucho esfuerzo los médicos retiraban las ollas, y mandaban a todos los judíos que se pusiesen en formación, ya que era la hora del reconocimiento médico. Mientras una prisionera (Judith) se encargaba de limpiar el suelo con el cepillo, los médicos iban llamando a algunos de los prisioneros, los cuáles se resistían incondicionalmente a ir, ya que sabían lo que les esperaba si no pasaban el reconocimiento, y algunos de sus compañeros luchaban por ellos. Una vez realizado el reconocimiento, y elegido a los "no válidos", estos eran llevados a las duchas... de gas, donde morirían allí, no sin antes gritar de dolor y sufrimiento.

Yo por mi parte, además de mirar la escena perfectamente realizada, miraba a las caras de los espectadores, y os puedo asegurar que si no todos, la gran mayoría miraban embobados la escena, sorprendidos por lo que estaban viendo. Como no, algunos se reían, pero incluso ellos estaban atónitos con lo que acababan de presenciar, una ínfima parte del horror que podía llegar a ser estar en uno de aquello campos de concentración.

Esperando más, los visitantes se iban dirigiendo para la puerta, no sin antes recoger una Lengua Trapera relacionada con la exposición, y no sin haberse ido con la sensación de que han presenciado algo que quizás ignoraban y era bastante aterrador. Cuando se marchaba algún grupo, teníamos un pequeño descanso el cuál aprovechábamos para relajarnos un poco, pulir algunos detalles (yo por mi parte me dedicaba a ponerme bien los pantalones, que los llevaba a la altura de la rodilla) y compartir las experiencias que íbamos viviendo, con muchas risas.

Y así trascurrió toda la mañana: gente cada vez más impresionada, gritos de un loco por allí y por aquí, profesores atónitos viéndonos metidos en nuestro papel, risas en un lado y en otro, explicaciones de nuestras compañeras sobre los carteles, murales, etc; judíos cada vez más cansados y demacrados, peleando por cualquier resto de comida... y como no, cada vez mayor sensación de estar realizando un gran trabajo, y de tener la satisfacción de que estamos abriéndole a la gente un tema del que quizás no habían oído ni hablar.

Además de alumnos y profesores, también tuvimos la visita del alcalde de nuestro pueblo, don Francisco Carrera, que se quedó bastante impresionado cuando vio que a su llegada, iba a recibirle el mismísimo Adolf Hitler, ¡debería sentirse afortunado! Fuera bromas, a su salida nos dio la enhorabuena y nos felicitó a todos por el gran trabajo que habíamos hecho.

Y así, la mañana llegó a su fin, y con eso nuestra exposición. Justo a las 11, salió por la puerta el último grupo que debía visitarnos, y tras ello, fue como el fin de un proyecto de carrera: un largo tiempo preparándolo, trabajándotelo (que se lo digan a Antonio Jesús y su grupo), y una vez vez entregado, te quedas más que satisfecho, ya que lo has hecho lo mejor que has podido y que le va a gustar, y ha gustado a los demás. Pero ahí no acababa la cosa, ya que después de quitarnos los trajes, el maquillaje, los peinados (¡maldita gomina!), etc; nos tocaba volver a dejar el salón de actos tal y como estaba, así que todos (o casi todos, ya que algunos pensaron que no había que hacer nada) nos pusimos manos a la obra, llevando las cosas a la sala de reuniones, colocando sillas y bancos, quitando cuadros y murales... y con un poco de este y un poco de aquel, en unos 20 minutos tuvimos todo listo, y pudimos disfrutar de ese maravilloso bocadillo de tortilla que tanto nos estaba llamando... y para nuestra desgracia o nuestra satisfacción, ya sí que sí, todo había acabado, la performance había llegado a su fin y ahora solo quedaba disfrutar del trabajo bien hecho.

Yo por mi parte, y creo que hablo en nombre de todos, a pesar del trabajo que nos haya podido suponer el llevarla a cabo, el haber terminado cansados, el calentarnos la cabeza a la hora de prepararla... ha sido una experiencia más que satisfactoria, y que nos ha aportado bastante cosas. Además de, por supuesto, haber aprendido una cantidad bastante extensa de conocimientos sobre la II Guerra Mundial y todo lo relacionado con ello, el llevar a cabo la performance nos ha hecho aprender a trabajar en grupo, a colaborar unos con otros para llevar a buen puerto un mismo objetivo, así como a ser autónomos, valernos por nosotros mismo para hacer las cosas, sin depende de nadie y aprender a desenvolvernos de cara al público, perder esa verguenza que muchas veces nos impide avanzar en ciertos sentidos. Y como no, a uno se le queda la gran satisfacción, cuando ve salir a la gente, que lo que ha hecho ha servido, aunque sea solo un poquito, para hacerle ver a la gente y enseñarles un tema del que quizás habían oído hablar poco o nada, y que seguramente, se interesen algo más por él a partir de hoy.

En cuanto a mis sentimientos personales… ¿qué se puede sentir siendo Hitler? Pues por lo pronto, mucho calor, os lo aseguro: aquel traje de chaqueta era una sauna. Quitando este pequeño contratiempo, la verdad es que una vez que intentas meterte en el papel y lo consigues, el resto va casi rodado: te crees que eres quien eres, que estás por encima de todos y llevar la cara de mala leche y andar con paso altivo te sale sólo… ¡pero yo no soy así! Intenté hacerlo lo mejor posible y creo que lo hice bastante bien, ya que muchos compañeros y profesores me dijeron que llegaba a dar miedo incluido… ¿será que al final sí soy así? ;) Quien necesite un Hitler para lo que sea, aquí me tiene, estaría dispuesto a repetir el papel sin pensármelo dos veces.

Acabando ya, desde aquí darles las gracias a Miguel por haber llevado a cabo la idea del proyecto, a Antonio Jesús y su grupo por llevar a cabo la grandísima parte del trabajo para que todo estuviese en orden y a todos mis compañeros por haberme hecho pasar una de las mejores 3 horas que he pasado en mucho tiempo.

¿Alguien se apunta a repetir? ;)

Sin nada más que contar, que no ha sido poco, me despido por hoy.

No dejéis de visitarnos, la próxima semana, más ;)

¡Un saludo!

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